Imagen: Time Out México

¿El museo Rufino Tamayo y el mundo del arte contemporáneo son inclusivos?

Capital Uno
11 min readOct 14, 2020

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Por Carlos Sierra. / Capital Uno

(Reflexiones con fines didácticos)

El problema de la inclusión

Seguimos viviendo en una época en la que continúan los reclamos por las injusticias sociales, una época donde a pesar del paso del tiempo, se tienen que seguir cuestionando aquellos círculos hegemónicos que han ejercido el poder y las decisiones desde diversas esferas: desde los sectores económicos, en las políticas públicas, en las gobernanzas de las naciones, en las decisiones empresariales, y por supuesto, el mundo de la cultura no ha quedado exento de esas garras de la filosofía del capitalismo y sus mercados injustos, que van creando sus redes de favoritismo para cercar su participación de mercado y alejar a sus posibles competidores.

Diversos sectores poblacionales en todas estas esferas antes mencionadas, ahora alzan la voz, pues históricamente no se han sentido representados y están reclamando su lugar. Se les tacha de resentidos sociales por sus reclamos pero la realidad es que no han podido acceder a aquellos espacios y oportunidades que los grupos privilegiados empeñados en crear murallas pues buscan satisfacer sus propias ambiciones de ego y trayectoria profesional, económicas, de mercado y negocios y de reflectores y reconocimiento.

Imagen: All City Canvas

Existen ya varias voces dentro del extenso mundo del arte que ha denunciado también la banalización a la que ha sido objeto pues se ha sometido ya a las reglas del libre mercado, dejando atrás en muchas ocasiones los preceptos románticos y humanistas que hemos llegado a tener sobre las funciones del arte: que debe ser contemplativo, generador de las más sublimes emociones, generador de ideas, provocador de estímulos, exaltador de visiones estéticas y otras más.

Hoy en día varios grupos se sienten excluídos de las dinámicas de los agentes del arte: de las grandes instituciones consolidadas e históricamente engrandecidas y reconocidas, de los discursos y acciones de ciertos curadores, de las decisiones de los comités evaluadores en los distintos museos, galerías, secretarías y ministerios de cultura y esta ola excluyente ha alcanzado hasta el que debía ser el objetivo principal y para donde se supone se deberían direccionar todos los esfuerzos expositivos, educativos y comunicativos: su público.

Analicemos algunas episodios dentro de la vida del museo Tamayo y por ende, algunos del mundo del arte contemporáneo.

Las críticas: exclusión y creación de sus círculos de élite

María Minero, una crítica mexicana de arte e investigadora independiente ya exponía con su opinión en Letras Libres algunos de los problemas que puede enfrentarse un museo con colecciones del pasado como la del Museo Rufino Tamayo y los peligros de solamente enfocarse a la preservación y no a la ampliación de los horizontes de la colección y tampoco preocuparse por una adecuada difusión y conexión con el público visitante.

Mencionaba que parece que los mismos artistas y arquitectos parecen tener las concesiones vitalicias de las obras artísticas y arquitectónicas en este país y esa situación es extensiva a varios círculos donde confluyen el influyentismo de la política, las relaciones públicas y los mismos círculos de élite que quieren acaparar todo el prestigio y los beneficios económicos y de status que conllevan.

Ya desde ahí tenemos un problema de inclusión en cuanto a las oportunidades para ganar certámenes artísticos pues en ocasiones quedan en las mismas manos, en este caso, la ampliación del museo Tamayo corrió a manos del arquitecto Teodoro González de León (sí, el mismo que está incluido en los proyectos del MUAC; Auditorio Nacional y los completos arquitectónicos Arcos Bosques, Reforma 222 y Centro Financiero Reforma 2400, Unidades habitacionales en distintos estados, oficinas centrales del Infonavit, el Colegio de México, proyectos de Ciudad Universitaria, etcétera.

Muchas coincidencias, quién sabe si a veces ganar grandes proyectos sea favorecido por sus relaciones cercanas a proyectos de gran envergadura empresarial, académico y gubernamental. Otros más bondadosos (¿o ingenuos?) argumentarían que nadie tiene la culpa de tener buenos contactos, quién sabe.

Imagen: el arquitecto Teodoro González de León

Las viejas prácticas y el problema de inclusión de nuevos artistas.

Podemos discutir así su accesibilidad e inclusión de otros públicos o hasta de los mismos profesionales que se dedican a la promoción y conservación del arte.

Desde hace ya varios años, es de hecho su programa lo que resulta más atractivo. Y todo, hay que decirlo, gracias al empeño de sus últimos directores, que han conseguido dar continuidad (algo impensable dentro de lógica de desmantelamiento sexenal que todo lo permea) a un proyecto expositivo de gran relevancia en el entorno cultural –al que no obstante no han dejado de lloverle las críticas.

Para sus críticos, el hecho de que ahora el Museo Tamayo le esté dando atención a las nuevas corrientes contemporáneas distorsionaría su colección, que ya ha pasado a ser parte de la pintura moderna y ya no es contemporánea. Pero el museo se creó con el fin de que la colección de artista Rufino Tamayo, que es de la segunda mitad del siglo XX, pudiera estar al alcance de todos los mexicanos. Las intenciones iniciales, siempre fueron buenas y de inclusión, de hecho, el pintor le retiró la custodia a Grupo Televisa al poco tiempo de la apertura del museo Tamayo, allá en 1981, porque la colección había dejado de exponerse de manera permanente y se estaba convirtiendo en propiedad privada. (¡Qué extraño que Grupo Televisa no quisiera ver negocio en todo aquello que llegara a sus manos!)

Pero a algunos críticos quizá se les esté olvidando que Rufino Tamayo no sólo quería eso sino que también el museo fuera un recinto de arte contemporáneo internacional: porque en ese entonces, en su época, era lo que había en su colección. Lo que no previno el pintor fue que esos dos deseos: mostrar su colección y tener un museo de arte contemporáneo; serían más adelante incompatibles: la colección iría poco a poco dejando de ser contemporánea en la época y para el público, se iría convirtiendo en un clásico de la pintura mexicana.

María Minero asegura que se necesitaba que tanto las autoridades culturales como la Fundación Olga y Rufino Tamayo entendieran que su responsabilidad no se acababa en las tareas de preservación de la colección , sino que era indispensable mantenerla actualizada a los tiempos actuales, contemporánea, pues. E increíblemente, nadie se detuvo a pensar que de no hacerlo, la colección terminaría por agotarse y el museo se vería obligado a ingeniárselas para mantenerse abierto.

Y eso es exactamente lo que pasó. Más que un museo (que implica que un acervo determinado está constantemente en juego, en este caso que constantemente se esté mostrando la colección de pinturas de Tamayo y las adquiridas), el Tamayo tuvo que volverse lo que en alemán se conoce como un kunsthalle, es decir, una sala de exposiciones temporales, la mayoría, en este caso con artistas y obras traídas de fuera, del extranjero y algunos consentidos de la casa. A muchos les ha parecido que se desvirtúa de la vocación original del museo, pero ha sido de las únicas forma que el Museo Tamayo ha conseguido mantenerse con vida.

En lugar de dedicarse por entero a desarrollar las actividades que corresponden a una sala de arte contemporáneo, los curadores tienen que pagar constantemente una suerte de cuota por ocupar el museo de Tamayo: intentado a como dé lugar que la colección juegue todavía algún papel, exhibiendo la obra del pintor de modo tan forzado que la hacen parecer fuera de lugar en medio de las propuestas del arte contemporánea y llevando a cabo cada dos años un certamen de pintura salido del siglo XIX, que no hacen sino poner en evidencia lo irreconciliable que son estas dos ideas de museo: la de museo de autor y la de museo de arte contemporáneo, con sus círculos de decisión privilegiados, por supuesto, problemas de inclusión de artistas nuevos y emergentes que obstaculizan muchos recintos en el país y en diversas latitudes del mundo.

Las feroces críticas al Museo Tamayo.

Una de las voces más críticas y polémicas de las viejas prácticas del medio cultural es la crítica Avelina Lésper, que ha reunido simpatizantes y detractores por igual, ha criticado ya dos prácticas de este Museo, precisamente por temas que podrían ver con la inclusión de públicos, artistas, obras y prácticas más plurales y genuinas, pues ha señalado de cubrir de falsa intelectualidad las decisiones para incluir en sus curadurías y para otorgar premios y reconocimientos en las instituciones museísticas y galerías de arte con intereses particulares de mercado de los artistas y galeristas que han tejido sus redes mafiosas para acaparar los mayores beneficios en las tajadas de presupuestos para las iniciativas culturales.

En su blog personal en 2013, ya Lésper criticaba las prácticas de selección del comité curatorial la Bienal de Pintura Tamayo. Este comité curatorial, como otros tantos, decide a qué artistas invita a participar, irá a sus talleres para “analizar su obra” y esos artistas seleccionados serán los que podrán concursar, indican que se aceptan inscripciones de todo público y hasta esos términos, parecería que es una dinámica de concurso tradicional. Pero el asunto se torna polémico cuando se otorgan tres premios de 150 mil pesos.

La crítica afirma que expresó abiertamente mi objeción verbalmente y por escrito de esos lineamientos porque existen dos tipos de participantes: unos llevados por el comité y otros sin el apoyo de este comité, lo que hace inequitativo al certamen desde el inicio. Que exista una preselección de artistas fomenta el tráfico de influencias y acaba con la transparencia. Es un trámite innecesario que otros pintores se inscriban, ya que están en evidente desventaja porque no fueron recomendados por el comité. Un comité curatorial es juez y parte, tiene sus propios intereses, es injusto y abusivo. Su opinión la envió a la licenciada Magdalena Zavala (y me contestó en una carta que gracias por opinar, pero que definitivamente van hacer su comité curatorial.

La crítica ha sido muy directa con sus señalamientos y apunta a Patrick Charpenel (director del Museo Jumex desde 2002), Patricia Ortiz Monasterio de la galería OMR, Arnaldo Cohen, artista plástico y Teresa del Conde pues señala que cada uno de estos personajes firmantes y pertenecientes al comité curatorial, está cuidando su negocio de artistas plásticos y galeristas en el mercado del arte: una bolsa de 3 millones que se puede destinar para burocracia cultural, la oportunidad para quedar bien con el poder, incrementar influencia, empujar a sus artistas y sus curadores. Ganancia pura.

Propuesta expositiva de la Galería OMR / Imagen: Gas TV

Así mismo, su opinión con respecto a exposiciones presentadas en el Museo Tamayo, no han sido favorables pues las considera estrategias maquinadas por el círculo cerrado y selecto del arte VIP que buscan legitimar sus obras para obtener las ganancias del reconocimiento inflado y los presupuestos desviados a negocios particulares, como lo expresa en su columna de Milenio.

Y a todo esto: ¿cómo fue la exposición?

La exposición de Carsten Höller en el Museo Tamayo fue llamativa porque es de uno de esos artistas contemporáneos que ha saltado a la fama por el uso del método científico en sus obras pues tiene un doctorado en ciencias agrícolas, especializándose en insectos y a finales de los años 80s comenzó a hacer arte.

En la obra “Seven Sliding Doors”, se pasa por una serie de puertas automáticas que se reflejan unas con otras, por eso puedes llegar a pensar que no tiene fin. Después estaba la pieza “Light Wall” que consistía en una instalación con cientos de luces que parpadeaban todas a la vez en sintonía para crear un efecto alucinógeno en los visitantes. Se dice que incluso llega a jugar con el límite de la activación de la epilepsia fotosensitiva.

Otra de las piezas que fueron llamativas fue “Pill Clock”, una instalación en el techo que cada cierto tiempo liberaba una pequeña pastilla blanca y roja. ¿Qué contiene? nadie lo sabe. Parte de la gran experiencia de la exposición de Carsten Höller en el Museo Tamayo es tomar la riesgosa decisión de tomar o no una de las píldoras.

La pieza más interactiva por decirla de algún modo fue “Decision Tubes”, una obra que honra el libre albedrío. Qué dirección tomar, qué tan alto subir, cuándo bajar y cómo bajar son algunas decisiones que cada visitante deberá tomar en la instalación que más llamaba la atención en la exposición.

“Decision Tubes” estaba montada en una estructura de red y metal, suspendida en el espacio central del museo y tenía diferentes salidas que te llevan por varios tramos de la exposición.

Incluir al público: ¿Qué opinan realmente los visitantes del museo?

Al buscar en Youtube algunos videos que mostraran alguna experiencia con el Museo Tamayo, encontré el del canal Somos Pistache, una pareja que entre sus comentarios espontáneos deja entrever algunos de los desconocimientos a los que podemos enfrentarnos como visitantes: No encontrar el museo, no saber los horarios o exposiciones del museo pues muchas veces se llega a pie o se entra por casualidad, no saber si se puede documentar la experiencia grabándola o tomándole fotos, no saber de qué se tratan las piezas y el tema de la exposición, algunos de los no a los que nos enfrentamos como público de a pie y que curadores, artistas y dirigentes de museo puedan llegar a ignorar si se continúa dentro de la burbuja intelectual.

Especificamente esta exposición “Sunday” del artista alemán Carsten Höller a la que personalmente asistí en ese entonces, en junio de 2019, podría considerarse inmersiva y aunque algunos críticos consideran que no fue todo lo que esperaban considerando otros trabajos del artista, considero que a otras exposiciones parcas que ha presentado el Tamayo donde te quedas con esa sensación de no haber entendido nada y haber pasado de a largo esos minutos en el museo, al menos esta es más inclusiva con el público a otras muestras del arte contemporáneo que no son precisamente las favoritas de muchos visitantes de museos.

“Sunday” al menos involucró al público y forzosamente debía hacer una acción para poder estar en contacto con las obras: subirse a un túnel que atravesaba todo el museo, interactuar con las piezas, llevarlas contigo, oler, sensaciones de distorsión con las luces intermitentes, camas en movimiento.

Por otra parte, una forma sencilla de buscar opiniones de los recintos museísticos puede ser un monitoreo sencillo en las cuentas de redes sociales de los mismos o como en este caso, en la página de TripAdvisor, destinada a hacer reseñas de lugares turísticos con las opiniones de los viajeros alrededor del mundo y con sus opiniones se rankean a los mejores destinos turísticos de distintos lados del mundo. Algunas opiniones pueden estar a favor y otras pueden expresar la falta de inclusión y conexión que tienen con el museo y sus exposiciones presentadas por ejemplo:

“Lo recorres muy rápido , hay pocas obras , su ubicación es buena , me encantaría ver más exposiciones , para aprovechar el gran espacio que hay” — Mónica R.

“Fuimos esperando ver varias de las obras que anuncian con la llegada de esta exposición, sin embargo las obras expuestas son muy pocas y ninguna de las anunciadas la Expo abarca 3 salas que no te llevan más de 40 min el recorrido, para mi no valió la pena después de tanta expectativa” — Gigi M.

“He tenido la oportunidad de asistir en dos ocasiones y en ambas me he ido con un mal sabor de boca. Las exposiciones montadas las clasificaría como “arte experimental” pues no expresan absolutamente nada más que algo fuera de lo común (me tocó ver unos tambores colgados del techo). Es muy decepcionante que anuncien en la página web oficial del museo que se exponen cuadros de artistas reconocidos como Picasso y jamás encontrarlos en exposición” — José Rodrigo

Estos ejemplos muestran las experiencias negativas versus las expectativas sobre lo que se espera ver en la sala de un museo lo que nos orilla a cuestionarnos si las propuestas museográficas se realizan para enlazar con el público e incluirlo en las dinámicas culturales o solamente para ensalzar las figuras y carreras de artistas, curadores y galeristas.

Fuentes: Vive UVM, Milenio, Letras Libres.

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